
Soy una buena persona, bastante tímido, y me parece que tengo problemas emocionales. Dentro de mí hay grandes energías y grandes talentos.
¿La literatura es su forma de lidiar con la tensión emocional?
Si retirara la literatura de mi vida me volvería mucho más neurótico de lo que soy. La energía creativa es algo que yo no puedo controlar, y si uno tiene problemas de personalidad, ya se lo llevó la chingada, va a empezar a generar ciertos tipos de locura.
¿Cómo define su neurosis?
Como la de alguien que todo el tiempo está tratando de controlar sus emociones. Pero estoy llegando a estar mucho más cómodo conmigo mismo. Me siento contento. Me parece que la escritura es una neurosis del lenguaje.
¿Ya no escribe poesía?
Sí, soy mejor poeta que narrador. Tengo cuatro libros de poesía inéditos. Es difícil publicar. Pero me gusta mucho, es el género que te permite escribir en la angustia.
A la hora de escribir,
¿es compulsivo o metódico?
Ahora lo que hago es tapar la pantalla con una camisa y escribo sin ver. Eso me permite que la mente crítica no esté cortocircuitando la fluidez. Hago una especie de ejercicio de escritura automática. Después quito la camisa, limpio un poco el material y dejo la verdadera corrección para el final. Acabo de terminar el primer borrador de un libro. Lo he escrito todo sin mirar hacia atrás. No sé si tiene sentido, creo que sí porque estoy pensando mucho en la estructura. Lo voy a dejar reposar un mes y después haré el trabajo de corrección, que es tan arduo como escribir el primer borrador. Cuando esté terminado, espero mandarlo a un concurso.
¿Puede adelantar algo de esa próxima obra?
Es mi paraíso, mis hombres de maíz, un libro muy loco.
¿Es ambicioso?
Lo fui. Quería ganar el premio Nobel, luego ser el mejor escritor de mi país, luego de mi generación… ¡Se me fueron achicando las ambiciones! (risas). Ahora me basta con poder levantarme y poder escribir algo. Eso no significa que no tenga derecho a aspirar a ciertas posibilidades.
Ahora lo que hago es tapar la pantalla con una camisa y escribo sin ver. Eso me permite que la mente crítica no esté cortocircuitando la fluidez. Hago una especie de ejercicio de escritura automática. Después quito la camisa, limpio un poco el material y dejo la verdadera corrección para el final. Acabo de terminar el primer borrador de un libro. Lo he escrito todo sin mirar hacia atrás. No sé si tiene sentido, creo que sí porque estoy pensando mucho en la estructura. Lo voy a dejar reposar un mes y después haré el trabajo de corrección, que es tan arduo como escribir el primer borrador. Cuando esté terminado, espero mandarlo a un concurso.
¿Puede adelantar algo de esa próxima obra?
Es mi paraíso, mis hombres de maíz, un libro muy loco.
¿Es ambicioso?
Lo fui. Quería ganar el premio Nobel, luego ser el mejor escritor de mi país, luego de mi generación… ¡Se me fueron achicando las ambiciones! (risas). Ahora me basta con poder levantarme y poder escribir algo. Eso no significa que no tenga derecho a aspirar a ciertas posibilidades.
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